Recorrido de las políticas comerciales de Trump.Gillian Tett .Enero 2025
El debate sobre el comercio ya no se desarrolla en términos ricardianos, como reconoce Alan Wolff, exsubdirector general de la OMC. “176 naciones se unieron a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y se comprometieron a no usar los aranceles como arma”, escribió en un memorando reciente, y de forma separada señaló que desde 1950 el comercio global aumentó 4 mil 400 por ciento (4.400%), impulsando un vertiginoso crecimiento.
Si
Ricardo hubiera estado vivo, tal vez habría señalado que los
consumidores estadounidenses también se beneficiaban con productos más
baratos, un punto que importa, ya que el amor de Ricardo por el libre
comercio tenía la influencia de su odio a la forma en que los oligarcas
ingleses del siglo XIX, utilizaban las llamadas Leyes de los Cereales
para manipular los precios. Más específicamente, quería abolir las Leyes
de los Cereales para permitir que los productos tuvieran precios según
la demanda y alentaba a los países a enfocarse en sus áreas de ventaja
estratégica para reducir aún más los costos; por ejemplo, que Inglaterra
cambiara sus exportaciones de lana por vino portugués.
Pero Navarro investigó
y llegó a la conclusión de que la causa fundamental era la admisión de
China en la OMC en 2001, algo que le permitió a ese país atrapar
“enormes porciones de la participación del mercado mundial”
con China en la OMC era imposible crear el tipo de igualdad de
condiciones que Ricardo quería, porque Beijing había manipulado el
sistema. “EU, la alcancía, seguirá siendo saqueado por un déficit
comercial que transfiere más de medio billón de dólares de riqueza
estadunidense al año a manos extranjeras…(a través de) espionaje
industrial, haciendo trampa de forma generalizada, robo de propiedad
intelectual, transferencia forzada de tecnología, capitalismo de Estado y
desalineación de la moneda”, dijo más tarde a los estudiantes de
Harvard. “¡Ya es hora de que la torre de marfil vuelva a imaginar y a
rediseñar sus modelos de comercio!”.
China
en la producción global parecía haberla vuelto más eficiente, muchos
economistas culpaban a la automatización --no a China-- de la pérdida de
empleos. También creían que, en la medida en que las importaciones
baratas estaban creando un gran déficit comercial para EU, esto se
compensaba con flujos de dinero. Más específicamente, los chinos usaban
los dólares que ganaban con las exportaciones para comprar activos como
bonos del Tesoro.
La visión de Navarro sobre el comercio también
parecía estar fuera de sintonía con los negocios del siglo XXI. En la
época de Ricardo, se trataba principalmente del intercambio bilateral de
bienes (por ejemplo, lana por vino). En la actualidad le dan forma
servicios y operaciones digitales que trascienden las fronteras
nacionales. El movimiento de bienes es extremadamente complejo: cuando
Apple fabrica iPhones, por ejemplo, utiliza cadenas de suministro que involucran a 43 países,
mientras que las partes de un coche “hecho en Estados Unidos” pueden
cruzar la frontera mexicana siete u ocho veces durante el proceso de
fabricación.
En
la oposición, Biden había criticado la retórica proteccionista y
xenófoba de Trump. Pero una vez que llegó a la Casa Blanca, mantuvo
muchos de los aranceles de Trump y agregó algunos nuevos. También
formuló una visión de la política industrial --las Bidenomics-- que,
irónicamente, coinciden en temas sobre la protección de la cadena de
suministro que se encuentran en el informe “retro” que Navarro me
presentó en 2018 en el edificio de la Oficina Ejecutiva del Presidente.
Y Biden no era el único. En abril pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) señaló que en 2023 se registraron 2.500 medidas de política industrial entre sus miembros, de las cuales dos tercios distorsionan el comercio.
“Ahora, la política industrial parece que vuelve a estar presente en
todas partes”, comentó, y señaló que, si bien antes ese tipo de
políticas se limitaban a las pequeñas naciones en desarrollo, en 2023
“China, la Unión Europea y Estados Unidos representaron casi la mitad de
todas las nuevas medidas”.
¿Por qué? El FMI atribuyó la culpa a “la pandemia, las tensiones geopolíticas acentuadas y la crisis climática, (que) plantearon inquietudes sobre la resiliencia de las cadenas de suministro”, junto con un creciente malestar “sobre la capacidad de los mercados para asignar recursos de manera eficiente”. Los historiadores del futuro también podrían citar la ira de los votantes hacia las élites debido al estancamiento de los ingresos.
Los número mandan
A
finales del siglo XX, en medio del auge de las ideas de libre mercado y
una explosión de la potencia computacional, que facilitó la creación de
modelos matemáticos complejos, la disciplina a menudo parecía una
especie de sacerdocio de formulación de políticas cuantitativas. Esta
era una época en la que el homo economicus parecía gobernar. Se suponía
que los flujos comerciales creaban paz, existiendo casi en un ámbito
fuera de la política.
Sin
embargo, cualquier modelo económico es tan bueno como sus “insumos”, y
estos modelos fueron derribados en repetidas ocasiones por elementos que
no estaban incluidos en el análisis de números, como el riesgo médico, el cambio tecnológico, la cultura, el conflicto social, los problemas ambientales y la guerra.
De
cualquier manera, es el homo politicus, no el homo economicus, el que
domina: el comercio ya no se trata “solamente” de intercambios
económicos, sino de poder, en especial del tipo hegemónico.
Y
eso nos regresa a la mentalidad de principios del siglo XX descrita por
el economista Albert Hirschman, hace mucho tiempo olvidado, en su libro
de 1945, National Power and the Structure of Foreign Trade (Poder
nacional y la estructura del comercio exterior), donde se tiene la
suposición de que
“un aumento de la riqueza a través del comercio exterior conduce a un
aumento del poder en relación con el de otros países… (y) un conflicto
entre los objetivos de riqueza y poder del Estado es casi impensable”.
Por
supuesto, la intimidación nunca desapareció del escenario mundial;
incluso en la era de libre mercado de Reagan, hubo amenazas
arancelarias. Pero cuando países como China intentaron intimidar a
Australia o Corea del Sur hace una década, esto solía ser de manera
sutil. Ahora es algo abierto, y no solo afecta a los bienes, sino
también al dinero.
“Estimamos que el poder geoeconómico de EU depende de los servicios
financieros, mientras que el poder chino depende de la fabricación”, dice
Matteo Maggiori, un economista, en un nuevo documento del que es
coautor sobre estas políticas de poder hegemónico. O como dice Wolff: “EU
no es el primer país en los tiempos modernos que utiliza el poder como
base para las relaciones comerciales, solo es el primero en hacerlo
abiertamente”.
El realineamiento comercial
¿Qué
va a suceder después? En las últimas semanas, planteé esa pregunta a
algunas personas del círculo de Trump. Pocos hablarán oficialmente antes
de las audiencias de confirmación del Congreso, y hay divisiones entre
ellos. Algunos están dispuestos a restar importancia a los papeles de
Bannon y Navarro como “simples” asesores; el primero, por su parte,
estuvo involucrado en una guerra de palabras con el multimillonario
tecnológico y aliado de Trump, Elon Musk, sobre las visas H-1B para
trabajadores calificados.
Sin embargo, surgen varios temas clave.
Uno,
como me dice Bannon, es que “hay una opinión generalizada en el
movimiento MAGA, incluidos los niveles superiores del círculo del
presidente Trump, de que la economía neoliberal fracasó y la economía
ricardiana ya no es relevante. Estamos en una lucha nacionalista
populista”.
Un
segundo tema clave es la profunda hostilidad hacia China, hasta el
punto en que algunos trumpistas se muestran renuentes incluso a ver a
Beijing comprar muchos bonos del Tesoro.
Un
tercero es que si se reimaginan los flujos comerciales, también podría
ser necesario reimaginar las finanzas, para proteger los intereses
estadunidenses; es posible que se
tenga que replantear el denominado sistema de Bretton Woods, creado por
los aliados occidentales en 1944 para dar forma a las finanzas
mundiales. O como dijo Scott Bessent, el candidato a secretario del Tesoro, en el verano: “Estamos en medio de un realineamiento de Bretton Woods… me gustaría ser parte de eso”.
En cuarto lugar, los acólitos de Trump piensan que su “genialidad” política --como la llaman algunos-- se basa en su capacidad de actuar de maneras impredecibles y agresivas que desestabilizan a sus rivales.
“¿Por qué atacó a Canadá? En parte es solo para divertirse, para
demostrar quién es fuerte y quién está al mando”, dice un funcionario. Y
eso tiene una implicación crucial: no sabemos qué tanto de la retórica de Trump sobre el comercio --o cualquier otra cosa-- se convertirá en realidad.
Después
de todo, en su primer mandato sus ladridos a menudo fueron peores que
sus mordidas, y esta vez sus promesas políticas están plagadas de
contradicciones internas. Por ejemplo, si Trump impone aranceles a gran
escala, es probable que esto fortalezca al dólar --como el propio
Bessent señaló anteriormente-- e incluso podría ampliar el déficit, que
no es lo que Trump dice que quiere ver. Por otro lado, si impone
aranceles, esto podría aumentar la inflación (aunque prometió
reducirla).
O una tercera contradicción: si Trump levanta
barreras en un intento de aumentar el poder de su nación, esto podría
alentar a otros países a tener más comercio entre sí, alrededor de
Estados Unidos.
De
hecho, un detalle sorprendente sobre el mundo en 2025 es que, aunque
grupos como el FMI se preocupan por la retórica proteccionista y las
políticas que distorsionan el comercio, la mayoría de los economistas
esperan un crecimiento global bastante fuerte el próximo año, y que el
comercio también siga aumentando. Tal vez esto sea demasiado optimista,
pero muchos países y empresas se están volviendo más hábiles para reorientar las cadenas de suministro.
En
un estudio de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva
York se sugiere que si se observan las cuatro métricas de la
globalización actual --el movimiento de dinero, personas, información y
bienes-- todavía se encuentra cerca de un máximo histórico. El hecho de
que EU amenace con volverse aislacionista no significa que el mundo
entero también esté en ese camino.
Esto no desalienta a Navarro,
en lo absoluto: mientras se prepara para regresar a la Oficina Ejecutiva
del Presidente, está ansioso por demostrar que los críticos están
equivocados. “Los aranceles netos reducirán el déficit comercial de EU
y, por lo tanto, impulsarán el crecimiento del PIB real, al tiempo que
desacelera la transferencia de activos estadunidenses a manos
extranjeras, preservando así la riqueza de EU”, me dice después de que
señaló las inconsistencias de las promesas políticas de Trump
El poder empresarial de EU crece.
.“A medida que la inversión y la producción internas aumenten y las
cadenas de suministro se vuelvan más estables y resilientes, los
salarios reales aumentarán, la inflación caerá y nuestra nación estará
más segura”, continúa, argumentando que “Drill, baby, Drill” (perfora,
cariño, perfora) y la reducción de los costos regulatorios ayudarán a
combatir la inflación. “Esa es la esencia de las Maganomics”.
¿Es
una locura? ¿Una genialidad? ¿O es simplemente una señal de que la
historia --y las modas intelectuales-- siempre se mueven como un
péndulo?
Tal vez los historiadores tengan una respuesta clara dentro de siete años. Sin embargo, en la actualidad solo podemos observar, con inquietud.
Bastantes
historiadores en economía tienen una respuesta clara sobre el efecto de
los aranceles, un efecto boomerang que no beneficia a nadie, un tiro al
pie en toda regla, un tema es poner un arancel a un determinado
productos a un determinado pais, otro tema es poner aranceles a todo el
mundo, aliados incluidos.
Sobre
el palo zanahoria de Trump respecto a China, sabiendo que han
experimentado una posición de liderazgo en industria, en ciencia, en
materiales para economía verde, en control de materias primas, avanzando
mucho en estos últimos 15 años sera difícil que acepten las condiciones
de EEUU.
El futuro del orden mundial
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sembrado serias dudas sobre el futuro del orden internacional de posguerra.. Sus amenazas arancelarias han suscitado dudas sobre las alianzas de larga data y el futuro del sistema de comercio global, y su retirada del acuerdo climático de París y de la Organización Mundial de la Salud ha socavado la cooperación frente a las amenazas transnacionales.
Los propios imperios dependían tanto del poder duro como del poder blando. China se mantenía unida por sólidas normas comunes, instituciones políticas sumamente desarrolladas y beneficios económicos mutuos.
El “Concierto de Europa” posterior a Viena sufrió una serie de trastornos en las décadas siguientes, sobre todo en 1848, cuando las revoluciones nacionalistas arrasaron el continente. Tras estas convulsiones, Otto von Bismarck lanzó varias guerras para unir a Alemania, que asumió una posición central poderosa en la región, reflejada en el Congreso de Berlín de 1878. Gracias a su alianza con Rusia, Bismarck consiguió un orden estable hasta que el Kaiser lo destituyó en 1890. Entonces llegó la Primera Guerra Mundial, a la que siguieron el Tratado de Versalles y la Liga de Naciones, cuyo fracaso preparó el terreno para la Segunda Guerra Mundial.
La posterior creación de las Naciones Unidas y de las instituciones de Bretton Woods (el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el precursor de la Organización Mundial del Comercio) marcó el episodio de creación de instituciones más importante del siglo XX.
Dado que Estados Unidos era el actor dominante, la era posterior a 1945 se conoció como el “Siglo Americano”. El final de la Guerra Fría en 1991 produjo entonces una distribución unipolar del poder, que permitió la creación o el fortalecimiento de instituciones como la OMC, la Corte Penal Internacional y el acuerdo climático de París. Incluso antes de Trump, algunos analistas creían que este orden norteamericano estaba llegando a su fin.
El siglo XXI había provocado otro cambio en la distribución del poder, que habitualmente se describía como el ascenso (o, más precisamente, la recuperación) de Asia. Si bien Asia había representado la mayor parte de la economía mundial en 1800, quedó rezagada tras la Revolución Industrial en Occidente. Y, al igual que otras regiones, sufrió las consecuencias del nuevo imperialismo que las tecnologías militares y de comunicaciones occidentales habían hecho posible.
Ahora, Asia está recuperando su estatus de principal fuente de producción económica mundial. Pero sus recientes avances se han producido más a expensas de Europa que de Estados Unidos. En lugar de decaer, Estados Unidos sigue representando una cuarta parte del PIB mundial, como en la década de 1970.
Si el orden internacional se está erosionando, la política interna de Estados Unidos es una causa tan importante como el ascenso de China. La cuestión es si estamos entrando en un período totalmente nuevo de decadencia estadounidense, o si los ataques de la segunda administración Trump a las instituciones y alianzas del siglo americano terminarán siendo otra caída cíclica. Puede que no lo sepamos hasta 2029.
Joseph S.
Nye, Jr.Writing for PS since 2002
Joseph S. Nye, Jr., Professor Emeritus at Harvard University, is a former US
assistant secretary of defense and the author of Do Morals Matter? Presidents and Foreign Policy from FDR to Trump (Oxford University Press, 2020) and A Life in the American Century (Polity
Press, 2024).
https://www.project-syndicate.org/commentary/future-of-world-order-second-trump-presidency-american-decline-by-joseph-s-nye-2025-03/spanish
LA ERA DE LOS TRES IMPERIOS
"Para decirlo en tono de síntesis, la idea de un nuevo orden mundial que supone una también nueva repartición del mundo entre los tres poderes imperiales, surge de un modo cada vez más visible en el horizonte"
Para Kissinger, la opción prioritaria era actuar de acuerdo a un orden que presupone el equilibrio mundial. Para Trump en cambio, se trata de desequilibrar el orden mundial a favor de las pretensiones tecnoeconómicas de los Estados Unidos.
Esta futura Europa, surgida de una amenaza existencial, no estará sola. En su proyecto por defender a la democracia institucional (otros la llaman, liberal) frente a sus enemigos, contará con aliados situados más allá de Europa. Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur, uno que otro gobierno latinoamericano y, sobre todo, las enormes potencialidades democráticas que anidan en la tradición de los Estados Unidos, podrán alinearse en torno a esa nueva Europa. No es poco.
Europa tiene ante sí el desafío de mantener vivo el legado de 80 años de multilateralismo y de orden liberal, convertida en reservorio del derecho y de la libertad ante la fragmentación multipolar y el reparto imperial"
https://elpais.com/ideas/2025-03-08/las-reglas-mafiosas-del-nuevo-orden-internacional.html?ssm=TW_CC
Vivimos en un nuevo orden mundial. Y no es sólo una cuestión económica o de poder. Es, en esencia, una cuestión de **valores*
https://www.ft.com/content/3046013f-da85-4987-92a5-4a9e3008a9e1
Necesitamos defender el multilateralismo, el único camino para asegurar los intereses de los países medianos y pequeños, como los nuestros en América Latina.
Por Edmond Mulet
En las relaciones internacionales, desde siempre, ha habido dos caminos: imponer la voluntad de los grandes por la fuerza o construir espacios internacionales y acuerdos que se conviertan en leyes que todos los países se comprometen a seguir.
La primera se conoce como el uni-lateralismo (uno impone su fuerza) y la segunda, el multi-lateralismo (múltiples llegan a acuerdos).
Un ejemplo concreto de éxito multilateral: forzar el fin de las armas químicas
Las armas químicas son brutales, matan de forma indiscriminada a poblaciones no combatientes; bombas de cloro, de gas mostaza y de gas sarín. El más terrible de todos es el gas sarín, porque es inodoro e incoloro. En 1925, tras la Primera Guerra Mundial, el mundo acordó, multilateralmente, que las armas químicas estarían prohibidas.
En la guerra civil siria, entre 2013 y 2014, estallaron bombas con todas las características que indicaban que eran químicas. Estados Unidos llevó el caso al Consejo de Seguridad de la ONU, porque estaba cruzándose una línea roja. La dictadura siria y su aliada Rusia nunca hubieran permitido a inspectores estadounidenses verificar si se había utilizado armas químicas en Siria. Pero en un consenso entre potencias, el Consejo de Seguridad de la ONU ordenó una verificación independiente y creó el Mecanismo para Investigar el Uso de Armas Químicas en Siria, en 2017. Al frente de ese Mecanismo nombraron a un latinoamericano, un guatemalteco, que responde al nombre de Edmond Mulet y es quien escribe estas líneas.
A pesar de las presiones y los riesgos, pudimos recolectar las evidencias y llevarlas a tres laboratorios independientes de la Organización Internacional para la Prevención de Armas Químicas (OPAQ), que tiene sede en La Haya. Con bases científicas, pudimos comprobar que el Gobierno de Siria estaba utilizando armas químicas contra su propia población. Esto forzó a Siria a suscribir el tratado de la OPAQ e impedir que volviera a usar armas químicas.
Esta es una muestra concreta de cómo el multilateralismo puede trabajar para terminar con el uso de algunas de las peores armas que ha creado la humanidad, las armas químicas, o cómo ha frenado el uso de las armas nucleares por 80 años, desde Hiroshima y Nagasaki. La frase de Dag Hammarskjold, segundo secretario general de la ONU (1953-1961), resume su función: “La ONU no fue creada para llevar a la humanidad al cielo, lo fue para salvarla del infierno”. Sin la diplomacia y el multilateralismo, no sabemos si nuestro planeta o nuestra especie seguirían existiendo.
El péndulo entre multilateralismo y la ley de la selva
La brutal experiencia de la Segunda Guerra Mundial, con el Holocausto y las bombas nucleares, hace 80 años, fue una sacudida para la humanidad. Quizás pasó hace tanto tiempo que se nos está olvidando. Pero a partir de ese parteaguas, los países pequeños, medianos y grandes construimos una legalidad internacional para que las diferencias, los conflictos y los problemas comunes se resuelvan por medio del diálogo, la mediación y de instituciones internacionales.
Se acordó entre todos que la convivencia entre países respetara el principio de la no intervención en los asuntos del otro y la libre determinación de los pueblos. Los países pequeños y medianos ganamos una paridad legal respecto de las grandes potencias. Si bien tiene carencias y necesita renovaciones, el multilateralismo ha permitido que aumente la paz, la seguridad y el desarrollo internacionales.
El multilateralismo ha evolucionado en respuesta a desafíos globales como las guerras, las migraciones, la pobreza, el cambio climático, el terrorismo o las pandemias, reflejando la necesidad de una cooperación para abordar problemas que trascienden las fronteras nacionales.
La Interpol es otra muestra de colaboración multilateral para luchar contra el crimen. Incluso el espacio ultra terrestre está regulado gracias a un tratado multilateral de 1967. La Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas es la que se encarga de promover la cooperación internacional en la utilización del espacio ultraterrestre con fines pacíficos. Se prohíbe el emplazamiento de armas nucleares o de cualquier tipo de armas de destrucción masiva en el espacio ultraterrestre y el estacionamiento de dichas armas en cuerpos celestes.
No es que la conciencia multilerateral nos haya nacido a los humanos en el siglo XX. Uno de los antecedentes paradigmáticos ocurrió hace ya algún tiempo: La Liga Hanseática, que funcionó desde 1368, durante varios siglos. Ésta fue integrada por hasta 200 ciudades libres, que trabajaron juntas en la construcción de puentes y carreteras, canales, faros, albergues y otras infraestructuras; desarrolló la agricultura y técnicas industriales. La Liga estableció ‘embajadas’ u oficinas comerciales en Inglaterra, Alemania, Escandinavia, Flandes (hoy Países Bajos) e incluso algunas ciudades de lo que hoy es Portugal o Rusia; y combatió el contrabando. De los aprendizajes que hemos tenido de esa experiencia de administración hanseática de los mares, llegamos al Tratado Antártico de 1959. El continente del Polo Sur no pertenece a ningún país.
Entre todas las experiencias multilaterales, la que se lleva las palmas es la Unión Europea. No sólo mantuvo la paz entre antiguos enemigos europeos, produjo un gran desarrollo para sus países miembros y sus ciudadanos, sino que tiene impactos en el resto del mundo. Contribuye a la paz y la seguridad y al desarrollo sostenible del planeta; apoya la solidaridad y el respeto mutuo entre los pueblos, el comercio libre y justo, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos. No negocia con chantajes o intereses espurios, sino por valores, y por eso es firme en el estricto respeto del Derecho Internacional. La UE es el ejemplo más claro y exitoso del multilateralismo.
Las instancias regionales pueden ser un paraguas
Estos embates de los promotores de la ley de la selva no son el fin de la historia. No hay nada escrito y podemos rebatirles. Esta arquitectura nos ha tomado décadas en ser construida y mantenida. Ante la situación actual, con el debilitamiento de las instancias internacionales multilaterales, le corresponde a las organizaciones regionales (Unión Europea), y en el caso de Guatemala, a la OEA y el sistema centroamericano, fortalecer los mecanismos de consulta, acelerar los procesos de integración, ampliar los espacios de diálogo y reafirmar los valores y principios que han fundamentado, con sobresaltos y excepciones, la vida común en nuestro continente.
La OEA puede ser ese faro que guíe el recorrido en las aguas turbulentas que nos toca navegar y que muestre las coordenadas para que, no solo nuestro continente, sino el mundo entero, llegue al puerto del sentido común, de la civilidad y del respeto mutuo.
Edmond Mulet es un diplomático, político y escritor guatemalteco.
Europa tiene ante sí el desafío de mantener vivo el legado de 80 años de multilateralismo y de orden liberal, convertida en reservorio del derecho y de la libertad ante la fragmentación multipolar y el reparto imperial"
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"Las instituciones de Bretton Woods deben dar un paso atrás en sus programas dispersos y desenfocados", declaró Bessent.
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, lanzó un fuerte mensaje en el IIF Global Outlook Forum al exigir reformas en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Su intervención busca reorientar a las instituciones de Bretton Woods hacia sus mandatos económicos originales y frenar los desequilibrios en el comercio global.
“El gobierno de Trump usará su liderazgo para presionar a estas instituciones a cumplir con sus mandatos”, afirmó, subrayando que tanto su dirección como su personal deben rendir cuentas con resultados concretos. Según Bessent, “los arquitectos de Bretton Woods entendieron que una economía global requiere coordinación global”.
Bessent busca así posicionarse como un puente entre el proteccionismo estratégico de Trump y la cooperación institucional internaciona
Bessent también apuntó contra el modelo económico de China, asegurando que el país necesita urgentemente un “reequilibrio”. Señaló que recientes datos muestran cómo la economía china se aleja del consumo interno para volcarse aún más a la manufactura exportadora.
https://bitfinanzas.com/bessent-exige-reformas-en-fmi-y-banco-mundial-por-desequilibrios/"La época es de caos e incertidumbre, pero no es el fin de la historia, esta cada tanto tiempo se «enreda» porque cambia, nos toca cambiar con ella" Ángel Lombardi.
Un nuevo reparto del mundo en zonas de influencias y competencias, básicamente representados por Estados Unidos, China, Rusia y algunas potencias menores, como la India y la propia Europa y sub potencias regionales.
El auténtico conflicto a nivel geopolítico es entre Estados Unidos y China Ahí es donde se está jugando la partida del nuevo Orden Mundial
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