Facilitar un ecosistema para la reidustrialización

 En la España de 1970, el peso de la industria equivalía al 34% del PIB, mientras que el del sector servicios era por aquel entonces del 46,2%. Una década después, ya había perdido más de cinco puntos. Los años 80 se iniciaron con un sector que entonces representaba el 28,6%.

Es posible ¿elevar en diez años el gasto en I+D+i hasta el 3% del PIB? con nuestra estructura económica?el 99,4% del tejido productivo lo componen pymes y, de ellas, un 84% son microempresas¿es posible con la hipercompetitividad actual? Industria del 34 % (años 70) al 16 % actual 

https://forosenar.blogspot.com/2021/09/la-era-de-la-hipercompeticion-en-id.html

«Lo venimos advirtiendo desde hace mucho tiempo. Hay que facilitar un ecosistema para que los negocios se pongan en marcha rápido, con una legislación operativa que no ponga trabas y con ayudas para que las pymes crezcan», advierte el economista Salvador Marín, uno de los autores del informe.

A comienzos de la década de 1980, el sector industrial representaba el 28,6% del PIB. Ahora, ronda el 16% 

Analisis Industria 2016


Las economías avanzadas están ante el reto de llevar a cabo la llamada Cuarta Revolución Industrial, desarrollando un sector industrial con «fábricas inteligentes» (smart factories) que hacen uso de tecnologías digitales, de robots y de inteligencia artificial, transformando de principio a fin el proceso de producción. España, que no tuvo mucho éxito al despegar la Primera Revolución Industrial en el siglo XIX,1 no es ajena a este proceso. Analicemos en qué estadio se encuentra y cómo encara el desafío de desarrollar ahora la nueva Industria 4.0.

El sector industrial es importante para la economía española: en 2014 empleó a más de 1,9 millones de trabajadores (el 11,5% del total), generó 572.000 millones de euros de cifra de negocios y su valor añadido bruto representó el 15% del PIB.2 Engloba actividades muy diversas, que van desde la alimentación (15,6% del total de la cifra de negocios del sector) y los vehículos de motor (10,1%) a la producción y distribución de energía eléctrica (12,2%). La industria, además, tiene una productividad laboral media superior a la de los otros sectores de la economía (hasta un 47% superior al sector servicios una vez excluido el inmobiliario).3 Asimismo, es clave en el sector exportador: casi un 30% de las ventas se destinaron al extranjero, dos tercios de las cuales en la UE. En definitiva, la economía española dispone de un tejido industrial diverso, exportador y de productividad elevada.

La desindustrialización es, sin embargo, un fenómeno secular que, como en el resto de países desarrollados, también está ocurriendo en España. El peso de la industria en la economía ha disminuido 5 p. p. entre 1995 y 2015, mientras que el sector servicios ha aumentado en 8 p. p. en el mismo periodo (hasta el 68%). No obstante, la separación entre industria y servicios es cada vez más difusa, pues los procesos de producción están cada vez más fragmentados y muchas actividades que antes producían las manufacturas están ahora subcontratadas en el sector servicios e incluso realizadas en el extranjero, procesos que se conocen como outsourcing y offshoring, respectivamente (para más detalle, véase el artículo «¡La industria ha muerto!


¡Larga vida a la industria!, en este mismo Dossier). Así, la proporción de consumos intermedios del sector servicios ha aumentado tanto en los sectores de manufacturas como en el de los servicios, aunque no tiene la misma importancia en todas las ramas de actividad. Asimismo, la expansión de las cadenas de valor globales ha propiciado el offshoring de consumos intermedios, tanto de manufacturas como de servicios. El sector del automóvil es un buen ejemplo de estos procesos: entre 1995 y 2011 la proporción de consumos intermedios que provienen de las manufacturas ha disminuido 9,7 p. p., hasta el 67,6%, a expensas de la de servicios (véase la tabla adjunta). Al mismo tiempo, en este sector el offshoring de procesos productivos ha llevado la proporción de consumos intermedios de manufacturas del resto del mundo del 29,7% al 38,1%. Finalmente, un porcentaje mayor de la producción manufacturera en España está destinado al sector servicios (que pasó del 29,2% en 1995 al 31,5% en 2011). Este fenómeno es todavía más importante en otros países, como EE. UU. (el porcentaje de producción manufacturera destinada a servicios aumentó del 32,6% al 40,7%).

Los retos de la industria española para avanzar en esta transformación son múltiples y engloban tanto el aumento de la competitividad e internacionalización como la inversión en I+D y nuevas tecnologías, y la formación del capital humano. El aumento de la competitividad requiere, entre otras cosas, una contención de los costes de producción (costes de transporte, energéticos, financiación empresarial, etc.). En este sentido, también es importante que los costes laborales evolucionen alineados con la productividad. Conseguir un mayor tamaño de las empresas industriales españolas también ayudará a aumentar su productividad e internacionalización, al aumentar las economías de escala y la posibilidad de realizar mayores inversiones, incluyendo las tecnológicas. En España, una empresa manufacturera con más de 250 empleados tiene una productividad4 un 76% superior a la de una pequeña (de 10 a 49 ocupados) y exporta una mayor parte de su producción (un 33,5%, casi el doble que una pequeña). Así pues, que las empresas industriales, en su gran mayoría de menos de 50 empleados, puedan aumentar de tamaño será determinante para incrementar su competitividad y su potencial de crecimiento.

Los «habilitadores digitales», aquellos elementos que posibilitan la transformación digital de la industria, como el Internet of Things (IoT), también contribuirán a aumentar la competitividad de la industria.5 Algunos de estos facilitan nuevas maneras de producción menos costosas que en el pasado en términos de inversión (servicios de almacenamiento de datos en la nube, «uberización» de procesos productivos, etc.). Pero el uso empresarial en España de estas tecnologías, por el momento, es más bajo que en los países de su entorno.6 Otros «habilitadores digitales» requieren una inversión significativa en I+D, por lo que sería deseable que esta aumentara. En España la inversión en I+D se sitúa en el 1,2% del PIB, frente al 2% de media en la UE (o al 4,2% de Corea del Sur).

La educación y formación de la fuerza laboral será también clave para el desarrollo de la nueva industria. Si bien la fuerza laboral de la industria española está más cualificada que la del resto de la economía, el conjunto de habilidades necesarias para poder participar en estos nuevos procesos productivos ha cambiado y los individuos que no las tengan deberán adquirirlas.7 Un mayor énfasis en la formación profesional, incluida la dual, así como en la colaboración entre empresas y universidades reforzará la implementación de estas nuevas formas productivas.

Finalmente, la política industrial, entendida como aquella que promueve un entorno favorable a la innovación y al emprendimiento (para más detalle, véase el artículo previo de este Dossier) será también determinante para el desarrollo de la nueva industria española. A ello contribuirá un aumento de la estabilidad y una reducción del nivel de burocracia. Según el índice de disposición a la conectividad,8 que analiza tanto el entorno regulatorio y de negocios como la disponibilidad y el uso de tecnologías como las TIC, España está en una posición poco ventajosa en el entorno político y regulatorio, así como en otros aspectos como el entorno de negocio o el uso de las nuevas tecnologías (véase el segundo gráfico).

En conclusión, el desarrollo de la Industria 4.0 en España ofrecerá nuevas oportunidades para el sector pero necesitará contribuciones tanto de las empresas como de los trabajadores y de las instituciones. A pesar de los avances realizados, España está por detrás de la mayoría de sus vecinos europeos. No hay tiempo que perder para ponerse las «baterías de litio».

Josep Mestres Domènech

Departamento de Macroeconomía, Área de Planificación Estratégica y Estudios, CaixaBank

1. Nadal, J. (1975), «El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913», Editorial Ariel, Barcelona.

2. Datos de la Encuesta Industrial de Empresas, 2014 (INE).

3. La productividad laboral media aparente de la industria en 2015 fue de 39,9 euros/hora, mientras que en los servicios fue 31,0 euros/hora, y si excluimos el sector inmobiliario, fue de 26,5 euros/hora (INE).

4. Valor añadido por persona ocupada.

5. Véase «Industria conectada 4.0: La transformación digital de la industria española» (2016), Informe preliminar, Ministerio de Industria, Energía y Turismo.

6. España tiene una puntuación de 3,9 sobre 7 en el uso empresarial de nuevas tecnologías, situándola en la posición 45 en el ranking de 139 países analizados por el Global Information Technology Report 2016, por detrás de la mayoría de países de la UE.

7. Véase «OECD Skills Outlook 2013».

https://www.caixabankresearch.com/es/economia-y-mercados/actividad-y-crecimiento/futuro-industria-espana

 

La industria española pierde peso respecto al resto de sectores

En 2019 su contribución al PIB fue del 14,64%, cifra muy alejada del objetivo del 20% fijado por la UE para 2020. Sus representantes reclaman al Gobierno un cambio de modelo productivo 

Las cifras de la industria en España se alejan del objetivo del 20% del PIB fijado por la Unión Europea en su Horizonte 2020, a lo que se añade que las previsiones para los próximos ejercicios esperan una moderada pérdida de dinamismo y más ahora teniendo en cuenta los efectos de la COVID-19. Según los últimos datos disponibles de Eurostat, España es la quinta nación europea en cuanto a volumen de facturación del sector industrial y Valor Añadido Bruto (VAB) en el sector. En cuanto a número de empresas industriales se sitúa en el sexto lugar, destacando en el caso del VAB que los países que se encuentran por encima presentan una producción industrial mucho más importante.

Según los últimos datos difundidos por el INE, la cifra de negocios de la industria bajó una media del 11,7% en 2020, su mayor caída desde 2009, cuando retrocedió casi un 22%

La industria española ha ido perdiendo peso respecto del conjunto de sectores de la economía nacional, pasando de suponer en el año 2000 el 20,6% del valor añadido bruto (VAB) al 16,14% en 2019. 

El peso total de la industria respecto al conjunto de la economía española era en el año 2000 del 18,7% y en el 2019 del 14,64%, cifra aún muy lejana del 20% que se había previsto por el Horizonte 2020. «Lo venimos advirtiendo desde hace mucho tiempo. Hay que facilitar un ecosistema para que los negocios se pongan en marcha rápido, con una legislación operativa que no ponga trabas y con ayudas para que las pymes crezcan», advierte el economista Salvador Marín, uno de los autores del informe.

El retroceso de la facturación de la industria en 2020 fue resultado de las caídas en todos los sectores, especialmente en energía (-41,6%), seguido de los bienes de equipo (-11,3%), los bienes intermedios (-10,3%), los bienes de consumo duradero (-10%) y los bienes de consumo no duradero (-5,3%). «Deberíamos dedicarnos a la industria en la que realmente somos buenos, como la de la automoción, la agroalimentaria, la energía, etc. y eso no se hace de la noche a la mañana. Muchas veces hablamos de cambiar el modelo productivo de nuestro país, cuando lo tenemos delante. Disponemos de las herramientas para desarrollar nuestra industria, pero tiene que haber un plan industrial de verdad», señala Marín. Un 90% de los ingenieros encuestados cree necesario que el Gobierno abogue por un plan de transformación para facilitar la adaptación ante las nuevas necesidades productivas que surjan en la sociedad, mientras que el 80% cree que se debería constituir la «Mesa de la Industria» para definir y hacer seguimiento de qué proyectos deberían apoyarse en parte de los fondos europeos.

Empleo que también cae

El impacto de esta crisis sobre el empleo en el sector de la industria está siendo particularmente acusado, con diferente incidencia de los ERTEs en los distintos sectores de actividad, entre los que se encuentran con mayor nivel de ERTEs algunas actividades industriales, como la fabricación de vehículos a motor. En referencia a su aportación al empleo nacional, al final del tercer trimestre de 2020 el total de ocupados en el sector industrial (equivalente a jornada completa) ascendió a casi 2,76 millones de personas, suponiendo esta cifra el 14,01% del empleo total.

En cuanto a la calidad en el empleo, cabe destacar que el de la industria es más estable que el del resto de los sectores. Si para el total de la economía los contratos indefinidos suponen un 63,69%, en el sector industrial esta cifra aumenta hasta el 76,09%. «Hay que producir productos si queremos ser competitivos. La afirmación de que la industria puede y debe jugar un papel clave en la recuperación económica es ahora más válida incluso», advierte Valentín Pich, presidente del Consejo General de Economistas.

Situación de las CC AA

De las 17 comunidades autónomas, solo tres alcanzan el umbral establecido por las autoridades comunitarias del 20% de aportación del PIB industrial sobre el total del PIB, para contribuir eficazmente al desarrollo de la economía de la Unión Europea. Son La Rioja, País Vasco y Navarra. En el extremo opuesto se encuentran Baleares y Canarias, que no superan el 3% de aportación de este sector al PIB. Mientras que Madrid, Extremadura y Andalucía, no superan el 10%. 

https://www.larazon.es/economia/20210228/qwm2v5jda5f6hmcqjhmo3ufpoe.html

 

Radiografía del sector que se desangra: la industria pierde en las últimas cuatro décadas casi la mitad de su peso en la economía

    A comienzos de la década de 1980, el sector industrial representaba el 28,6% del PIB. Ahora, ronda el 16%

El problema de la desindustrialización lleva décadas sobre la mesa. Pero el deterioro se ha hecho patente en los dos últimos años con la salida de numerosas empresas industriales extranjeras de nuestro país. Una de ellas ha sido la cementera mexicana Cemex, que en octubre de 2018 anunció que bajaba la persiana de dos de sus siete fábricas en suelo español. O La Naval, que a comienzos de 2019 notificó el despido de casi dos centenares de trabajadores y se convirtió en el octavo astillero en liquidarse en la última década. Algo más de suerte hubo con el cierre del fabricante de aerogeneradores Vestas de León, que se pudo amortiguar con la llegada de Network Steel a la zona. Sólo desde hace un par de años, según los datos recogidos por El Mundo, algo más de 6.700 firmas dedicadas en nuestro país a la industria manufacturera o extractiva han bajado la persiana en España. Una sangría que se ha producido mayoritariamente durante la pandemia. Casi siete de cada diez –unas 4.500– cerraron en los meses de marzo y abril

 Desindustrialización versus terciarización: del aparente conflicto a una creciente integración. Catedrático de Economía Aplicada Juan Ramón Cuadrado

En la España de 1970, el peso de la industria equivalía al 34% del PIB, mientras que el del sector servicios era por aquel entonces del 46,2%. Una década después, ya había perdido más de cinco puntos. Los años 80 se iniciaron con un sector que entonces representaba el 28,6%. Una tendencia que continuó a la baja durante los gobiernos de Felipe González, época marcada por el desmantelamiento de la industria naval o las ventas de Seat a Volkswagen y Pegaso a la italiana Fiat. Al comienzo del nuevo siglo, ya con el conservador José María Aznar al frente del Ejecutivo, el peso era del 20,6%. Y 2010, en plena Gran Recesión, arrancó con un 17,2%. 

Ahora, la industria representa en nuestro país alrededor del 16% del PIB, casi la mitad de potencia que cuatro décadas atrás. Una cifra que nos coloca por debajo de la media europea. En 2017, según datos de Eurostat, el peso medio de este sector en los Veintiocho se colocaba en el 17,6%. A la cabeza se encontraban países como Irlanda –33,8%–, República Checa –28,4%–, Rumanía –24,2%–, Eslovaquia –24%–, Eslovenia –23,7%– y Alemania –23,6%–. Con un menor peso que en España había once países, como Francia, Portugal, Reino Unido o Grecia. Para este año, Bruselas se había propuesto que la fuerza de la actividad industrial en los Estados miembro se situara en el 20% del PIB. Un objetivo que, a la vista de las cifras, tendrá que esperar. 

Al mismo tiempo que este sector ha ido perdiendo peso a nivel económico, también lo ha hecho en el mercado laboral. En la década de 1970, la industria empleaba al 25,3% de los ocupados una cifra que escaló hasta el 27,2% en los 80. Desde entonces, no ha dejado de menguar. En 1990 representaba el 23,7% del mercado laboral. Diez años después, con la entrada del nuevo siglo, el 18,8%. En 2018, último año disponible, suponía el 14,1%, casi la mitad que hace cuarenta años. La anterior crisis económica asestó un duro golpe. “Tras el desplome del empleo en 2009 –que supuso la destrucción de 360.700 equivalentes respecto a 2007–, se ha seguido destruyendo empleo en términos netos a un ritmo superior al registrado en el resto de sectores económicos”, recogían las economistas María José Moral y Consuelo Pazo en La industria española: desde la crisis hacia la fortaleza, un artículo en el que cifraban en 753.400 el número de puestos de trabajo destruidos durante los años más duros de la Gran Recesión.

Terciarización y deslocalizaciones

Pero, ¿a qué se debe el retroceso producido? Para el Consejo Económico y Social de España, tal y como explicó en un detallado informe publicado a finales de 2019, la caída se explica, en primer lugar, por la “terciarización” de la economía. “España, en las últimas décadas, ha hecho una recomposición de su tejido productivo. En ella, el sector servicios ha crecido muy por encima de la industria, entendiéndola como una suma que va desde el automóvil hasta la siderúrgica de toda la vida, los astilleros, la energética, la farmacéutica o la textil”, explica el economista Javier Santacruz. De hecho, desde la década de 1970, mientras el peso del sector secundario retrocedía, el terciario ha pasado de representar el 36,5% del PIB a sobrepasar el 75%. Y a suponer casi el 78% de empleados en nuestro país, frente al 56,5% a comienzos de la década de 1980. Un dato que se sitúa por encima de la media europea, que se colocaba en 2018 en el 74%.

A esto se añade la integración de la producción en las cadenas globales de valor y las deslocalizaciones. Justo en esta última cuestión hace mucho hincapié en conversación con infoLibre el profesor de Economía de la Empresa en la Universidad Pompeu Fabra Eloi Serrano. “Desde la década de 1990, las empresas tendieron a distribuir su cadena de valor alrededor del mundo. Eso ha producido que aunque España tenga, por ejemplo, un sector textil muy importante, prácticamente no se fabrique en nuestro territorio. El tejido industrial ha quedado limitado al diseño o la parte final de ensamblaje del producto”, señala al otro lado del teléfono. En este sentido, pone como ejemplo Inditex. El grupo español cuenta con más de siete millares de fábricas distribuidas por medio mundo. Una decena de ellas se encuentran en nuestro territorio. El resto, en otros países: Portugal, Marruecos, Turquía, India, Pakistán, Bangladés, Vietnam, Camboya, China, Argentina o Brasil.

Para el economista no es la única explicación. También pone el foco sobre el “reducido peso” que tiene este sector en “empresas de elevada dimensión”. “En España, la mayoría de compañías potentes a nivel multinacional están en utilities y sector bancario. Aquí tenemos una debilidad y un reto pendiente. No contamos con un tejido industrial potente y con fuerza. De hecho, la mayoría de grandes compañías a nivel industrial que están en nuestro país son de capitales extranjeros”, apunta Serrano. En España, más bien, buena parte del sector industrial se asienta sobre pymes. Según datos de 2016 recogidos por la Fundación BBVA el año pasado, en nuestro país sólo un 45,7% del valor añadido de la actividad manufacturera lo generan compañías con más de 250 trabajadores, frente al 58,6% de media en la Unión Europea. En Francia, esa cifra escala hasta el 58,8%. En Alemania, hasta el 68,4%. “Las empresas pequeñas sufren más que las grandes a la hora de competir en un entorno globalizado”, sostiene el experto de la Pompeu Fabra.

España tiene potencia suficiente como para que la actividad industrial pueda despegar de nuevo. Sobre todo, sostiene Serrano, si la orientamos hacia una productos con un alto valor añadido. “Si nuestra idea es competir en costes, no lo vamos a conseguir”, remarca. Contamos con trabajadores altamente cualificados. Y con una ubicación geográfica privilegiada. “Nuestro país juega un papel fundamental en la entrada y salida hacia el Mediterráneo y hacia Europa. Y además una proximidad con países del Magreb que poco a poco van desarrollando sus economías, lo que nos permite tener también influencia en esos mercados”, señala el experto. Además, añade que nos encontramos en un momento de crisis sanitaria en el que las grandes compañías se han dado cuenta de los problemas que les genera tener la cadena de valor “tan disgregada por el mundo”. “Esta pandemia quizá les lleve a replantearse la necesidad de acercar algo más las fábricas al consumidor”, resalta. De hecho, un estudio reciente del Bank of América recogía que un 80% de las multinacionales estaban pensando en la posibilidad de repatriar parte de su producción.

Mayor capacidad para generar empleos de calidad

En su informe publicado el pasado mes de diciembre, el Consejo Económico y Social de España era claro respecto a la necesidad de no dejar morir el sector: “Es clave en el conjunto de la actividad económica en todos los países desarrollados. Su notable aportación al progreso tecnológico, tanto a través de la generación de innovaciones de producto y de proceso, como por su mayor consumo de innovaciones tecnológicas generadas por otros sectores; su mayor capacidad para generar empleos de calidad, con niveles de cualificación más elevados que el promedio y mejor remunerados; su efecto tractor, vía demanda, sobre los servicios de mercado y, en especial, los avanzados, o la mayor productividad de las empresas industriales y su impacto positivo sobre la balanza comercial son las razones que explican su relevancia”. De hecho, en 2018 las exportaciones de bienes manufactureros suponían nada menos que el 90% de las salidas totales de productos hacia otros países.

Por ello, pedían a la clase política que se pusiera las pilas. En febrero de 2019, el Gobierno de Pedro Sánchez puso sobre la mesa el documento Directrices Generales de la Nueva Política Industrial Española 2030. Una acción que prevé articularse alrededor de una decena de ejes y en la que se recogen aspectos tales como la mayor penetración de la digitalización en el tejido industrial, la mejora de la eficiencia a la hora de conceder ayudas públicas, el estímulo directo del crecimiento de las compañías, el impulso a la eficiencia energética en el sector o el incremento de la base de firmas industriales exportadoras. Y dentro de esta política, el Ejecutivo proponía la aprobación de una Ley de Industria y un Pacto de Estado por la Industria que pueda favorecer la atracción de nuevas inversiones en el sector. Algo que el PSOE pretende que se alumbre en la Comisión para la Reconstrucción Económica y Social del Congreso de los Diputados. Porque este pacto, según los socialistas, se hace con la crisis del coronavirus “más necesario aún si cabe”.

“Hay que explorar cuáles son los sectores con mayor capacidad de crecimiento, que sean transformadores, que sean creadores de nuevos productos. Ahí se tiene que fijar la política, en potenciar aquellas iniciativas que refuercen la competitividad de la industria española respecto a las otras”, sostiene Santacruz. En este sentido, considera interesante “prestar atención” a “la producción de renovables”, donde existe “un sector industrial muy potente”. Mientras tanto, completa, “vamos a tener que vivir varios procesos de reconversión, como los cierres de centrales térmicas de carbón o el desmantelamiento de la minería, algo que también veremos en el caso de la industria pesada”. Y, con ellos, llegarán los despidos masivos. Como los de Nissan. Como los de Alcoa.

https://www.infolibre.es/noticias/economia/2020/06/07/radiografia_del_sector_que_desangra_industria_pierde_las_ultimas_cuatro_decadas_casi_mitad_peso_economia_107462_1011.html

 Economia "industrializada" ....

El FMI consolida a España como la economía industrializada con mayor dinamismo en 2022

 El informe de Perspectivas de la Economía Mundial (WEO) de otoño resta medio punto -hasta el 5,7%- el aumento del PIB este año, aunque despuntará un 6,4% el próximo ejercicio. La cota más alta entre las naciones industrializadas. Sin tensiones inflacionistas -con un repunte de 2,2 puntos en 2021, y de 1,6 en 2022-, pero con una lenta corrección del desempleo, cuya tasa apenas variará del 15,4% al 14,8% entre ambos ejercicios

https://www.eldiario.es/economia/fmi-consolida-espana-economia-industrializada-mayor-dinamismo-2022_1_8389005.html

 " La caída de nuestra productividad pone en riesgo la sostenibilidad de nuestra deuda pública y nuestro estado del bienestar a medio plazo. La solución es más y mejores empresas, con mejor calidad de capital humano y tres condiciones necesarias: innovación, innovación e innovación."Jose D D

Claves estratégicas para una España 5.0

  • El estudio, elaborado por PwC con el patrocinio de Siemens España, pone la tecnología digital al servicio de un modelo económico más sostenible, resiliente y centrado en las personas.
  • Este nuevo modelo contribuiría a elevar en diez años el gasto en I+D+i hasta el 3% del PIB, permitiría que circulasen en España 5 millones de vehículos eléctricos y reduciría drásticamente las emisiones contaminantes.
  • El impacto en el empleo sería sustancial: la recapacitación digital podría generar 220.000 nuevos puestos de trabajo hasta 2030, lo que cubriría, por ejemplo, la demanda existente de 20.000 especialistas en ciberseguridad.
  • "La digitalización no sustituye a las personas, sino que cambia su rol y las libera de realizar tareas mecánicas", señaló Miguel Ángel López, presidente de Siemens España.
  • Gonzalo Sánchez, presidente de PwC España, considera que “es fundamental apostar por la digitalización, especialmente en las pymes, que constituyen el grueso de nuestra realidad económica y que pueden aprovechar esta oportunidad para ganar masa crítica y afrontar los retos de nuestra economía.

Siemens y PwC han presentado esta mañana el informe ‘Claves e inversiones estratégicas para una España 5.0’, un detallado análisis sobre la situación actual de la economía española y los retos que tiene por delante el país para abordar un cambio de modelo productivo que fortalezca el tejido industrial, mejore la resiliencia de las infraestructuras y adapte el sector energético al proceso de digitalización.

En la presentación, que contó con la participación, entre otras autoridades, de la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto; del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi; y de los presidentes de Siemens y PwC, Miguel Ángel López y Gonzalo Sánchez, respectivamente, se anunciaron planes y actuaciones ambiciosas para conseguir elevar el peso del sector industrial al 18% del PIB y conseguir, en un plazo de diez años, que el 74% de la energía generada en España sea de origen renovable.

El estudio ahonda en la oportunidad histórica que España tiene ante sí para renovar su modelo productivo y hacerlo más resiliente y sostenible, gracias al impulso que supondrán los 140.000 millones de euros que la Unión Europea (UE) inyectará próximamente a través de los distintos mecanismos contemplados en el Plan de Recuperación y Resiliencia.

Estas magnitudes ofrecen una idea del impacto que ha causado la COVID-19 en la economía y del ingente reto que supondrá superarlo y salir reforzados de la compleja situación en la que se encuentra la mayoría de los países. Ante esta encrucijada, el informe de PwC y Siemens hace un profundo análisis del tejido productivo español, de las necesidades como país y de los cambios y actuaciones que deberían adoptarse para utilizar, de la forma más eficiente posible, los recursos de los que se va a disponer.

Todo ese plan de actuaciones e inversiones daría lugar a lo que el estudio denomina la España 5.0, un modelo de país más sostenible y centrado en las personas, basado en una industria más digital y competitiva y apoyado en el desarrollo de infraestructuras más inteligentes y eficientes.

Esta España 5.0 requeriría de nuevos modelos de negocio, una necesaria integración de diferentes tecnologías digitales y una apuesta decidida por la creación de ecosistemas colaborativos. Una simbiosis que permitiría crear nuevas soluciones a los retos actuales y alumbrar un futuro prometedor.

Impulso a la industria

En los últimos trimestres, la industria española ha sufrido de forma ostensible el impacto de la pandemia. En gran parte, debido a que el 99,4% del tejido productivo lo componen pymes y, de ellas, un 84% son microempresas. Esta realidad ha hecho que la contribución del sector al PIB se haya alejado en los últimos años del 20% marcado hace unos años por el Horizonte 2020. Además, este tipo de empresas tan pequeñas son también más vulnerables a las amenazas que implica una sociedad hiperconectada como la actual, con constantes adaptaciones a las cambiantes necesidades.

Hay que tener en cuenta, además, que el uso masivo de dispositivos móviles, la computación en la nube (Cloud y Edge Computing), la inteligencia artificial (IA), el Internet de las cosas (IoT), la robótica, la realidad aumentada, la impresión 3D, los drones, el 5G o el gemelo digital, por citar algunas de las nuevas tecnologías, se han convertido en realidades cada vez más habituales que han transformado radicalmente toda la cadena de valor del proceso productivo.

A este contexto hay que añadir que la economía española no recuperará los niveles previos a la crisis hasta, como mínimo, mediados de 2023, según varias estimaciones. Por ello, reindustrializar el país, a juicio de los expertos que han elaborado el informe, contribuiría a aumentar el peso y relevancia de un sector económico que es menos volátil y dependiente del turismo, y también garantizaría el suministro local de bienes y servicios imprescindibles en situaciones críticas, como la reciente pandemia, al contar con un tejido industrial más flexible y capaz de producirlos.

upskilling profesional masivo de la fuerza laboral podría inducir un aumento de la riqueza equivalente al 6,7% del PIB en 2030 y generar, adicionalmente, 220.000 nuevos empleos. En este sentido, el presidente de Siemens España, Miguel Ángel López, señaló durante la presentación que, lejos de lo que se pueda pensar, “la digitalización no sustituye a las personas, sino que cambia su rol y las libera de realizar tareas mecánicas". Por su parte,  Gonzalo Sánchez, presidente de PwC España, resaltó la importancia de “apostar de forma decidida por la digitalización, especialmente en las pymes, que constituyen el grueso de nuestra realidad económica y que pueden aprovechar esta oportunidad para ganar masa crítica y afrontar los retos de nuestra economía”.

Y es que la industria española adolece, en estos momentos, de un bajo consumo de bienes de equipo y maquinaria, sufre por un elevado coste energético, padece bajas tasas de inversión en I+D+i, y carece del necesario alineamiento con el sector educativo. Es necesario, por ello, que se acentúe la participación en industrias de más valor y claro potencial, como la producción de hidrógeno de origen renovable o el desarrollo de servicios Cloud, por poner un par de ejemplos, y minimizar así la excesiva dependencia de proveedores externos, como ocurre hasta ahora.

La ejecución de estos planes aceleraría la transformación tecnológica y digital de la industria española y permitiría un crecimiento económico más sostenible, basado en la productividad del trabajo, la eficiencia y el conocimiento. La industria manufacturera mejoraría notablemente su competitividad internacional, gracias al despliegue del IoT, la robótica, el Smart Data o 5G, convirtiéndose en una industria más inteligente, puntera, innovadora, sostenible y con una menor huella ambiental.

Esta nueva ‘industria 5.0’ mantendría de la anterior 4.0 la hiper conectividad, que permite llevar el dato de los sensores hasta el algoritmo de computación en la nube o en la capa Edge, donde las herramientas de predicción anticipan y permiten la toma de decisiones. Además, esta comunicación inmediata entre las máquinas y la nube se haría más sencilla, gracias al desarrollo del 5G industrial, el nuevo estándar de comunicación cien veces más rápido. El impacto del 5G en los sectores industriales clave podría llegar a alcanzar el 0,3% del PIB en 2025 y el 1% en 2030. En definitiva, la consolidación de una industria más digital permitiría a España ser más competitiva, flexible y adaptable a los cambios, además de mejorar la seguridad y estabilidad de sus trabajadores.

Estas medidas podrían tener un impacto del 0,11% del PIB español en 2025, y del 0,36% en 2030 (alrededor de 1.300 y 4.500 millones de euros, respectivamente), aumentando la participación de la industria del 16% al 18% del PIB a finales de la próxima década.

Infraestructuras inteligentes más eficientes

En cuanto al impacto que este plan de actuaciones tendría en el ámbito de las infraestructuras (desde los edificios inteligentes, a las nuevas soluciones de movilidad, electrificación o autoconsumo), el estudio señala que se impone en estos momentos la necesidad de avanzar hacia la monitorización y gestión remota de elementos como la climatización, la iluminación, el aforo o la seguridad, especialmente en infraestructuras críticas como hospitales, aeropuertos o centros de datos.

Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, los edificios son responsables de cerca del 36% del consumo energético mundial y del 39% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por ello, el autoconsumo y la eficiencia energética se configuran como elementos fundamentales para la descarbonización de la economía.

A comienzos de la década de los 2000, el parque de infraestructuras era muy moderno pero, en los últimos años, debido al menor esfuerzo en nueva dotación y renovación de infraestructuras, la situación ha cambiado. Como consecuencia, la gestión activa e inteligente de estas infraestructuras en términos de control y monitorización o eficiencia energética es muy limitada. Con la adecuada inversión se optimizaría el consumo de recursos y mejoraría la gestión de las redes a través, por ejemplo, de las Smart Grids.

Los edificios de la España 5.0 serían prosumidores de energía, mucho más activos y con potestad para generar electricidad, usarla, venderla, almacenarla o distribuirla a las redes inteligentes, formando así un ecosistema integrado.

Según el estudio de PwC y Siemens, hay que tener muy presente, en cada decisión estratégica que se adopte, que el mundo va a necesitar en el futuro generar 2,5 veces más electricidad de la que consume hoy para calentar edificios, mover vehículos o alimentar procesos industriales. Por ello, es imprescindible apostar de forma contundente por las fuentes renovables, que son las únicas que garantizarían la sostenibilidad, junto con una adecuada estrategia de almacenamiento conectado a la red para aumentar su fiabilidad.

En este sentido, juega un papel determinante el reto de afrontar de forma ambiciosa el desarrollo e implementación de la movilidad eléctrica. Y es que la disrupción del e-car y el desarrollo de los nuevos esquemas ‘as a service’ están revolucionando la industria de la automoción. Según los expertos de PwC, en el ámbito del transporte hay tres importantes carencias: una insuficiente infraestructura de recarga, serios problemas administrativos para desarrollar esa red de forma coherente y una baja percepción del riesgo cibernético.

Por ello, el informe ‘Claves e inversiones estratégicas para una España 5.0’ propone que se aprovechen los espacios públicos (parkings, centros comerciales) para extender la red y fomentar una nueva cultura de movilidad más compartida, apoyada en cargas nocturnas y con un mayor intercambio de energía. A su juicio, aunque el vehículo eléctrico se presente como la principal solución para la descarbonización a corto plazo, también podría hibridarse en el largo con el hidrógeno (H2), cuando su producción verde a gran escala sea viable y los costes de fabricación de los vehículos de H2 sean menores.

En este sentido, el informe destaca el potencial del H2 que, pese a no ser una fuente primaria de energía, como lo pueden ser el sol o el viento, sí es un vector energético clave al ser capaz de almacenar energía para que pueda ser liberada de forma gradual cuando sea necesario, por lo que juega un papel clave en el desarrollo del almacenamiento a gran escala de excedentes renovables.

Nuevo paradigma

Todos estos cambios suponen una profunda transformación de la realidad actual, ya que la batería supone un 40% del total del valor añadido del vehículo eléctrico. La situación de partida es manifiestamente mejorable, ya que los vehículos eléctricos representan en la actualidad tan solo el 0,2% del parque automovilístico total. Pero la consolidación de los nuevos hábitos facilitará que en 2030 circulen en España unos cinco millones de vehículos eléctricos (el 20% del parque total).

En este sentido, el propio Gobierno ha anunciado recientemente cambios drásticos y ambiciosos planes para alcanzar los 50.000 puntos de recarga en 2023. Ese es el camino. Países como China llevan mucha ventaja y ya se han comprometido, por ejemplo, a que en 2035 el 50% de las matriculaciones sean de vehículos eléctricos.

Según el estudio, España debe profundizar en estas mega tendencias que dibujan una sociedad más limpia, más sostenible y más digital. Es el momento de actuar, de apostar por una España más moderna y resiliente.

https://www.pwc.es/es/sala-prensa/notas-prensa/2021/industria-18-pib-espana-50.html

 

Hacia una economía más competitiva y sostenible en 2030

El estudio, elaborado por PwC con el patrocinio de Siemens, tiene como objetivo establecer una hoja de ruta que permita transformar nuestra economía y alcanzar la llamada España 5.0: una país más sostenible, centrado en las personas, basado en una industria más digital y competitiva, y apoyado en el desarrollo de infraestructuras más inteligentes y eficientes. 

El poco peso relativo de la industria en la economía española, junto con la atomización de las empresas, la escasa oferta de profesionales STEM y una baja cultura de la movilidad compartida, se constituyen como algunas de las principales debilidades de España para afrontar este reto. Y los fondos europeos suponen una oportunidad única para financiar y ejecutar las inversiones necesarias para materializar, en el corto plazo, la España 5.0

La puesta en marcha de este conjunto de iniciativas tendría un notable efecto económico y social. De acuerdo con las estimaciones incluidas en el informe, el impacto de la digitalización en la industria y en las infraestructuras podría representar el 0,11% del PIB español en 2025 y el 0,36% en 2030, alrededor de 1.300 y 4.500 millones de euros, respectivamente, y aumentaría la participación de la industria del 16% actual a casi el 18% de la renta nacional a finales de la próxima década. De este impacto, más del 70% corresponde a las infraestructuras inteligentes. Estas son algunas de las líneas de actuación que se resaltan en el documento: 

Digitalización de la industria

La transformación digital de la industria permitirá aumentar su eficiencia y competitividadinternacional, contribuyendo al crecimiento económico del país y la creación de puestos detrabajo de mayor valor añadido. 

La consolidación de una industria digital permitirá a España ser más competitiva en los mercados internacionales; tener una mayor flexibilidad, control y adaptación a los cambios en los procesos de producción mediante la monitorización y explotación de los datos; mejorar la seguridad de los trabajadores

 mediante los robots cooperativos, y garantizar, mediante una industria nacional sólida y actualizada, el suministro de productos esenciales en situaciones críticas, como la reciente pandemia de la COVID-19. Además, esta digitalización de la industria permitirá aumentar el peso del sector secundario en la economía española -uno de los objetivos del Plan de Recuperación europeo es la reindustrialización-, de mayor valor añadido y, por tanto, generador de puestos de trabajo más cualificados y mejor retribuidos. Esta industria digital se caracteriza también por la hiperconectividad y el intercambio de información a lo largo de toda la cadena de valor, que requerirá de la colaboración de todos los agentes –industrias, clientes, trabajadores y proveedores–, formando un ecosistema que fomente la innovación, la colaboración y la actualización constante del capital humano.

Infraestructuras inteligentes

El desarrollo de infraestructuras más inteligentes es indispensable para garantizar la sostenibilidad en todos los ámbitos, cambiando la forma en que trabajamos, producimos y consumimos. 

El desarrollo de infraestructuras inteligentes es un requisito indispensable para garantizar la eficiencia y la sostenibilidad ambiental de todos los sectores económicos, especialmente de la propia industria, el transporte, la construcción, la energía, el sector hotelero o la sanidad, por ejemplo. Estas nuevas infraestructuras abarcan desde los edificios inteligentes a las nuevas soluciones de movilidad, la electrificación de la economía o el autoconsumo doméstico, entre otros, para lo que se requiere de un cambio de paradigma energético en el que todos los agentes, incluidos los hogares, se conviertan en sujetos activos del sistema que garanticen la estabilidad de la red de forma coordinada.

 

Modelos de negocio colaborativos

España debe avanzar hacia nuevos modelos de negocio donde predomine la colaboración y la compartición de información a lo largo de toda la cadena de valor, generando un ecosistema donde todos sean agentes activos de la innovación.  Así, la España 5.0 necesita de un nuevo modelo de negocio donde los agentes –grandes empresas y pymes– busquen nuevos esquemas de colaboración, compartición de información y riesgos e integración de diferentes tecnologías para crear soluciones adaptadas a la industria, escalables, estandarizadas y que generen un retorno positivo, formando un ecosistema innovador.

Formación digital

El upskilling y el reskilling permitirá la formación de la fuerza de trabajo del futuro, preparada para la constante disrupción tecnológica a través de una transición justa, que no deje a nadie detrás.  

El reto de la digitalización, con tecnologías que cambian con mucha rapidez, requiere también de una constante actualización del conocimiento dentro de las empresas, especialmente entre los trabajadores, bien sea para optimizar el desempeño en sus puestos actuales -upskilling- o, más importante, para capacitarlos para las nuevas posiciones -reskilling- que constantemente se están creando. Esta capacitación contínua del personal dotará de flexibilidad a las empresas para readaptarse con facilidad ante cualquier disrupción tecnológica, hacer esta transformación más justa en términos de empleo y convertir a las personas en agentes activos de la innovación.

Hiperconectividad y ciberseguridad

La hiperconectividad obligará inevitablemente a redoblar los esfuerzos en materia de ciberseguridad, al mismo tiempo que supone una oportunidad para que España se posicione como un líder global en la industria de la seguridad.  La hiperconectividad lleva asociada inevitablemente un aumento de los riesgos relacionados con la ciberseguridad. No se puede avanzar en esta transformación si las empresas no se protegen frente al cibercrimen y el espionaje industrial y si no se puede garantizar la seguridad de las infraestructuras críticas de un país. Esta protección debe darse, además, en toda la cadena de suministro para ser efectiva, por lo que resulta esencial concienciar no solo a las grandes empresas de la importancia de la ciberseguridad, sino también a las pymes, uno de los eslabones más débiles, para formar un ecosistema de seguridad. 

https://www.pwc.es/es/publicaciones/economia/claves-e-inversiones-estrategicas-espana-50.html

El escenario Post COVID-19 va a poner una vez más en evidencia las deficiencias estructurales de nuestro sistema productivo y la ausencia de un tejido industrial desarrollado que apuntale la economía y se preocupe por la producción en territorio nacional de las manufacturas y los servicios asociados a ellas en la cadena de valor.

Acabamos de iniciar lo que se ha venido a llamar el “desescalamiento”, con la vuelta progresiva a la actividad de aquellos sectores no calificados como esenciales y que intentan recuperar la normalidad. O mejor dicho, una nueva normalidad todavía afectada por el impacto de una crisis sanitaria global sin precedentes y por las medidas excepcionales que han debido adoptarse para combatirla, como el confinamiento de las personas y la hibernación prácticamente total de la economía.

La crisis generada por el COVID-19 está impactando de lleno en todos los sectores industriales de nuestro país, con excepción de aquellos subsectores cuyo producto forma parte de uno o varios de los eslabones que integran la cadena de valor de los productos, bienes y servicios considerados como esenciales ante una crisis sanitaria como es el caso de las industrias química, de papel y cartón o siderúrgica. Pero salvo estas excepciones, la paralización en la actividad productiva en el sector industrial ha sido muy intensa. De acuerdo con los resultados de la encuesta que KPMG realiza con la CEOE en el marco del análisis de la situación de La empresa española ante el COVID-19, realizada entre el 13 y el 17 de abril, un 27% de los empresarios del sector industria reconoce un impacto de la crisis en su actividad superior al 80%, pero si acumulamos aquellos cuya paralización supera el 50% de su actividad pre COVID-19 el impacto asciende hasta un 63%.

La primera cuantificación de esta crisis, nos la muestra la caída inter trimestral del PIB del primer trimestre de 2020 de un 5,2%, el mayor en la serie histórica conocida.

Las proyecciones realizadas por KPMG prevén que a final de año la variación interanual nos sitúe en un 11% de caída del PIB frente a 2019 y más de un 12% frente a las previsiones para este año antes del inicio de esta crisis, todo ello en línea con una situación de confinamiento largo y recuperación gradual de la actividad.

Si atendemos a la opinión de los empresarios en la reciente encuesta realizada junto a la Patronal Empresarial CEOE, las áreas más afectadas por esta crisis son por este orden: la cadena de suministro, la falta de liquidez, la redefinición de la estrategia comercial, la gestión de las personas y la comunicación al conjunto de stakeholders de la empresa.

Esto pone de manifiesto el impacto inmediato de esta crisis sanitaria en las empresas, que ha obligado a volver a mirar a la financiación y la liquidez como muro de contención ante la caída de las ventas y el impacto en sus resultados, a rediseñar sus estrategias de financiación o a hacer un nuevo ejercicio de optimización y reducción de costes para ganar nuevas cotas de productividad.

Las empresas deben redefinir sus proyectos prioritarios y estrategia a medio plazo y deben avanzar en dos líneas clave: la resiliencia para prevenir nuevas contingencias y la digitalización para abordar una nueva manera de trabajar y producir.

En este punto, sin duda cobrará especial relevancia la revisión de esas cadenas globales de suministro construidas en las últimas décadas, tanto desde el punto de vista de su localización como de la criticidad de sus proveedores para prevenir futuras roturas de suministro. Apostando también por microcadenas con un mayor componente local y flexibilidad, y contando con capacidad de análisis y medición de impactos inmediatos para reasignar capacidades ante situaciones contingentes como la que vivimos actualmente.

No, no hay vuelta atrás en la digitalización. Los procesos de digitalización de nuestra industria cobran si cabe una mayor importancia, no sólo para la mejora de sus procesos productivos, sino especialmente, ante la necesidad de introducir drivers tecnológicos en todas las funciones operativas que permitan preparar las estructuras de la empresa ante crisis futuras, permitiéndolas optimizar su funcionamiento en remoto, haciéndolas menos dependientes de la movilidad de las personas.

Estamos ante lo que se está llamando “la nueva normalidad”, una situación a la que todos deberemos adaptarnos, y que nos enfrenta a un cambio de paradigma en un momento que ya venía marcado por profundos procesos de transformación y en el que de nuevo la agilidad en el cambio será un factor clave para la futura competitividad.

https://www.tendencias.kpmg.es/2020/05/covid-19-la-desescalada-del-sector-industrial-en-espana/

https://avisosnadie.blogspot.com/2021/10/sin-politicas-industriales-europa-no.html

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Criptomonedas sin regular, otro caso que se aviso que pasaría

Funcionamiento SASAC VS caso DeepSeek-V3....The Short Case for Nvidia Stock ¿Aliarse con EEUU y la India o aliarse con China ?

Los medios de comunicación no ponen a cada uno en su sitio